La fuga del Rainbow Warrior

3 enero, 2008 a las 1:42 am | Publicado en Barcos, Historia y Arqueología Marítima, Naufragios y accidentes marítimos | 22 comentarios

El Sir William Hardy, un antiguo pesquero construido en 1955 en los astilleros Hall Russell en Aberdeen, de 418 toneladas de registro bruto y que ostentaba el record de ser el primer buque diesel electrico construido en el Reino Unido, que fue utilizado como buque de investigacion pesquera perteneciente al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Reino Unido, fue el primer buque de Greenpeace en Europa; adquirido en 1978 con la ayuda económica de la World Wildlife Fund (WWF). Renombrado Rainbow Warrior, su nombre tiene su origen en una antigua profecía de los indios de norteamérica que dice: «Cuando el mundo esté enfermo y muriendose, la gente se levantará como Guerreros del Arcoiris». Se tardó 60 días en reconvertirlo y se decidió pintar el barco de un verde brillante, rematado en la proa con un enorme arcoiris, una paloma llevando una rama de olivo, simbolizando la misión del buque.

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El 29 de abril de 1978 zarpó de los diques de Londres rumbo a Islandia, ondeando las banderas de Greenpeace y Naciones Unidas en homenaje a la tripulación internacional del barco: 24 personas de 10 países diferentes pero con un mismo objetivo: salvar a las ballenas.

Despues de realizar diferentes campañas contra la caza de ballenas en Islandia y España, el vertido de barriles con residuos radiactivos en el Mar del Norte, la prevención de la masacre de 6000 focas en las escocesas islas Orkney por parte de cazadores noruegos, bloqueo de buques transportando residuos tóxicos, etc. En 1980 inicia una segunda campaña en España contra la caza de ballenas y los buques balleneros .Tras el hundimiento en el puerto de Marín de los balleneros Ibsa I e Ibsa II, los ecologistas continuaron hostigando a los buques de esta clase, dedicando su atención al Ibsa III, al que imposibilitaron sus faenas de pesca.

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Rainbow Warrior en Nueva Zelanda

El 18 de junio de 1980, al estar en aguas españolas, la fragata de la Armada Española Vicente Yáñez Pinzón apresó al Rainbow Warrior, y lo llevó al puerto de Ferrol, prestando declaración posteriormente sus tripulantes en la Comandancia de Marina.

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F-41 Vicente Yañez Pinzón

Asimismo, para garantizar la permanencia del buque en puerto, las autoridades de la Armada procedieron a la incautación de varias piezas indispensables para el funcionamiento del motor. Se estableció, asimismo, un servicio de vigilancia a cargo por la Guardia Civil y la Policía Nacional, con objeto de controlar las entradas y salidas de visitantes en el buque.

Numerosas organizaciones ecologistas gallegas se manifestaron contra la detención del Rainbow Warrior y denunciaron la implacable caza de ballenas que, de seguir así, iban camino de su extinción.

La fuga:

Una buena dosis de ingenio y un auténtico derroche de argucia sirvieron para que los apresados reemplazaran con éxito en el Rainbow Warrior las piezas fundamentales que les habían retirado sus guardianes, con el fin de que el barco quedara inmovilizado en el muelle. Según narraba los hechos el capitan Jonathan Graham Castle a un periodista del diario El País,«Nos faltaban la cubierta del bloque principal del palier y los cojinetes de apoyo del eje motriz y de la caja de aceite. Sin estas piezas no se podía transmitir fuerza motriz desde el propulsor al casco y, por tanto, el barco era ingobernable sin ellas».En una sola semana las piezas volvieron a estar instaladas. «Obtuvimos los planos originales», cuenta John, «y las encargamos a Londres. Gente que apoya a Green Peace colaboró en su transporte y nosotros mismos las colocamos en su sitio». La falta de combustible a bordo estuvo a punto de ser otro problema grave. «Se nos acabó prácticamente el carburante que habíamos dejado en el barco. Esto era un gran problema, puesto que, como estábamos viviendo a bordo, necesitábamos electricidad durante unas doce horas diarias, e incluso con un solo generador funcionando, al ser tanto tiempo el que permanecimos en El Ferrol, casi cinco meses, sucedió que los tanques se estaban vaciando uno tras otro. No podíamos esperar muchos días más antes de intentar la huida. Por esta razón llegamos a la isla de Jersey disponiendo solamente de siete toneladas de combustible, después de dos días de navegación».

La noche de la huida, el 8 de noviembre de 1980, el trance más difícil sin duda, apenas hablaron entre sí. «Todo había sido dicho antes de marchar y todos estábamos más ocupados en hacer nuestra tarea con exactitud que en hablar». Tal vez por eso una vez que salió el barco de la bahía ferrolana, todo se redujo a «las rutinas normales de las vigilancias del mar hasta Jersey». «Eramos pocos a bordo», recuerda el capitán, «y, por tanto, estábamos muy lejos unos de otros, ocupados en las distinta tareas de navegar como es debido. No hablamos por la radio hasta las diez de la noche del día siguiente, en que informamos a Green Peace, de Londres, que ya estábamos fuera de alcance, y luego nos mantuvimos nuevamente en silencio, porque la conversación por radio podría dar nuestra posición».Según parece, nadie de El Ferrol ni de Galicia participó en su bien calculado golpe de mano. «Tuvimos mucha gente que nos apoyó en Galicia, pero nadie sabía lo que estábamos planeando. Realmente, a mí y a la tripulación, nos gustaría agradecer la amabilidad de todos los amigos que hicimos en Galicia y espero que hayan entendido por qué no les dijimos adiós».Contra lo que llegaron a decir públicamente las autoridades españolas, el buque huido no escapó con las luces apagadas. «Encendimos las luces de navegación», señala Jonathan Graham Castle, «a diez metros de distancia del muelle del que escapamos. Realmente no sabemos si alguien nos vio hacer la maniobra para zarpar. Lo que es cierto es que unos cuantos pescadores de caña estaban a cien yardas (91 metros) de distancia, pero era de noche. Era un sábado por la noche y creímos que se trataba del mejor momento para intentarlo, porque en esa circunstancia hay menos gente de la Armada por allí.

El capitán Castle confiesa que se vio forzado a optar por la huida porque el expediente iba demasiado lento, mientras la compañía ballenera seguía capturando ejemplares. «Mientras estuvimos bajo arresto en El Ferrol mataron alrededor de quinientas ballenas».

La tardanza en ser alertada la Armada de la huída del Rainbow Warrior, casi doce horas, hizo que la movilización del dragaminas Nalón y el patrullero Bonifaz, que salieron en su persecución, fracasara.

El suceso causó un gran escándalo en la opinión pública española, al tiempo que gran alegría en los medios ecologistas. A mediados de noviembre de 1980, el Gobierno destituyó fulminantemente al capitán general de la Zona Marítima del Cantábrico.

Epílogo:

Años más tarde, el 10 de julio 1985, el Rainbow Warrior se preparaba para dirigir una flotilla de barcos para realizar una protesta pacífica desde Nueva Zelanda hasta el atolón de Mururoa contra las pruebas nucleares realizadas por Francia. Tres días despues de la llegada a Auckland, Nueva Zelanda, agentes secretos franceses colocan una bomba y hundieron al Rainbow Warrior en puerto, matando al fotógrafo de Greenpeace Fernando Pereira.

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