La aventura del destructor José Luis Díez

27 octubre, 2007 a las 1:33 pm | Publicado en Barcos, Batallas navales | 55 comentarios

Hace aproximadamente tres meses llegaron a mi poder dos fotos del destructor José Luis Díez, una de ellas estaba encabezada por la leyenda: J.L.Díez disfrazado como H.M.S. Grenville 1938. La otra fotografía era del mismo buque enarbolando pabellón británico. A partir de ahí comencé una búsqueda en internet a ver si encontraba algún tipo de información al respecto ya que este episodio de la Guerra Civil Española para mi era totalmente desconocido.

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Casualmente encontré en un foro dedicado a historia donde Hernan,(nick del autor), narra con todo lujo de detalles las vicisitudes del José Luis Díez. Aunque es largo vale la pena leerlo.

El destructor José Luis Díez

Al estallar la guerra en 1936 y tras el paseo de la flota republicana por el Cantábrico este mar cayó en manos de los insurrectos, quienes mediante una reducida fuerza, casi consiguieron embotellar a la Zona Norte republicana, instaurando una hegemonía que solo en muy corta medida pudieron comprometer las unidades contrarias. Entre los barcos republicanos actuantes en el Cantábrico obtuvo bien pronto una chocante celebridad el «José Luis Díez», un destructor de factura relativamente moderna, llegado al golfo de Vizcaya en 1936 y atracado desde entonces en Santurtxi.

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Destructor José Luis Díez

 

Acostumbrado a verlo atracado e inoperante en le muelle, los bilbaínos lo bautizaron con el sobrenombre de «Pepe el del Puerto», contándose a propósito una serie de anécdotas hirientes. Se decía por ejemplo que una salva suya no destruyó al enemigo sino su propia chimenea, y aunque esto no se encuentra probado, si es cierto, en cambio que su defensa antiaérea redujo a un montón de chatarra, el 20 de abril de 1937, al caza del famoso piloto Felipe del Río, a quien se consideraba, por la serie de victorias que había cosechado como el «as de Euskadi».
Los artilleros del destructor, confundieron el avión que tripulaba el aviador santanderino con un caza alemán, apuntándose el derribo, por lo demás el único de la historia del barco.
Los malos humores que había desatado el José Luis Díez a causa de su pasividad fueron motivos de un desagradable incidente pocas semanas antes de la muerte del piloto de caza, cuando los bous armados Bizkaya, Gipuzkoa, Nabarra y Donostia, que convoyaban hacia Bilbao al buque tramp Galdames, habilitado como correo, se enzarzaron en batalla con el crucero Canarias al que apoyaba el destructor Velasco. Los bous no consiguieron impedir la captura del Galdames, ya que fueron sometidos a un fuego atroz que provocó el hundimiento del Nabarra.
Mientras ocurría este combate el José Luis Díez estaba atracado como de costumbre aunque era urgido para ayudar a los bous. El destructor no zarpó.
Furioso por el drama que había pasado el Gobierno Autónomo vasco ordenó la requisa del destructor y el ingreso en prisión de los tripulantes, lo que tuvo lugar. Sin embargo las autoridades vascas a las que urgía la vuelta al servicio del José Luis Díez, estaban en condiciones de aportar los fogoneros y timoneles necesarios pero no una dotación completa de puente que conociese el manejo del buque. Por lo que todos los detenidos fueron sacados de la cárcel y reincorporados a sus puestos. También influyó la actitud del gobierno central, nada proclive a que un buque de guerra pasase al control de un gobierno autónomo.
Que la experiencia sufrida no iba a estimular la mortecina combatividad del Pepe del Puerto, se vio poco después y más concretamente cuando el destructor Císcar, que navegaba a 20 millas del cabo Machichaco, se topó de improviso con el crucero Almirante Cervera, que a 8.000 metros parecía en la posición ideal para situar sus proyectiles de 152mm sobre el destructor. La primera salva del crucero llegó corta con una dispersión entre proyectiles de 200 metros, pero en la dirección correcta. La segunda salva fue dos tiros cortos y uno largo, cayendo a 50 metros por estribor. Las salvas del crucero, a las que respondía el destructor con sus dos cañones de popa, continuaron a razón de una cada 10 segundos y siempre con el mismo resultado, dos cortos y un largo, mientras que la distancia aumentaba gracias a la mayor velocidad del Ciscar. De pronto a 15.000 metros los tripulantes del Ciscar advirtieron una columna de humo y creyeron que era el destructor Velasco, pero al poco identificaron al José Luis Díez, que fiel a su fama, cuando se apercibió de lo que ocurría viro hacia el noreste a toda máquina envuelto en nubes de humo negro. El Ciscar acabó por ponerse fuera de tiro de su perseguido gracias a que el crucero Almirante Cervera navegaba con siete calderas en lugar de las ocho de costumbre.

Al caer Bilbao en junio de 1937 los dos buques marcharon a Santander, en donde el ambiente no era alentador ya que Indalecio Prieto había nombrado comandante de marina a un antiguo capitán de fragata que era muy honrado pero era incapaz de desempeñar el mando que se le había confiado. El comandante decía «cuando me retiré un buen barco navegaba a 15 nudos. Ahora ustedes hablan de 35 nudos como si tal cosa. Me encuentro totalmente despistado«. En realidad la determinación de Prieto venía impuesta por la penuria de opciones, que se puso de relieve cuando se le dio el mando del José Luis Díez a un antiguo comandante del Císcar, famoso por sus borracheras, ya que aunque en el Estado Mayor se encontraban dos oficiales del Cuerpo General con conocimientos más que suficientes no se confiaba en ellos. Incluso se vio obligado a sustituir, con un teniente de navío ruso, a un comandante de submarino desertor. Por cierto que el primer día en el que salió al mar ese teniente le largó dos torpedos al crucero Almirante Cervera que no hicieron blanco.

En su nueva base el José Luis Díez continuaba con sus mismos hábitos. Cierta noche había zarpado de Santander con rumbo norte en línea de fila los dos destructores, cuando súbitamente a 3.000 metros avistaron al crucero Almirante Cervera con lo que quedó en buena posición par ser torpedeado por el José Luis Díez, al que no había visto, pero el destructor viró a estribor y desapareció en la oscuridad cobardemente desaprovechando la oportunidad que se le ofrecía.

La caída de Santander y el embotellamiento de lo que quedaba de la flota republicana en Gijón fueron dos acontecimientos de corte agorero.
En el puerto asturiano, desertado por los submarinos C-2 y C-4 que se habían marchado a Francia, continuaban el submarino C-6, el torpedero nº 3 y los destructores José Luis Díez y Císcar. La defensa antiaérea era ridícula y los aviones bombardeaban constantemente. Un día las baterías de acumuladores del C-6 quedaron destruidas con lo que el submarino ya no podía sumergirse. En otra ocasión, los tripulantes del José Luis Díez presa del pánico se escondieron en un refugio, siendo los hombres del Císcar los que tuvieron que servir la pieza abandonada.

El Musel era una especie de ratonera, capaz de afectar los nervios de los mas templados y no digamos de una tripulación como la del José Luis Díez, que hacía mas de un año que tenía como norma escurrir el bulto. Por eso cierta noche que los dos destructores habían salido a alta mar echando a pique dos pesqueros enemigos de cuyo cargamento de atún se apropiaron entre los puentes de mando se entabló este dialogo:

 

-Comandante del Díez a comandante del Císcar. Dadas la averías recibidas ayer y la seguridad de ser hundidos propongo irnos a Falmouth.
-Comandante del Císcar a comandante del Díez. Las ordenes son de volver a Gijón.
-En Gijón seremos hundidos.
-Pero habremos cumplido las ordenes recibidas.
-Me voy a Inglaterra.
-Buen viaje.

(El Císcar fue hundido por la aviación alemana en el Musel)

En Falmouth desertaron, entre otros, el comandante, el jefe de máquinas y el oficial de derrota. El José Luis Díez fue trasladado por Fernando Navarso al puerto francés de Le Havre y entregado allí a Juan Antonio Castro Izaguirre, un guipuzcoano recién habilitado de capitán de fragata y quien por curiosa paradoja, mandaba el Císcar en las dos ocasiones en que fue dejado solo frente al crucero Almirante Cervera. El José Luis Díez tenía varia averías, siendo la principal de ellas la que afectaba a la caldera número 1 que con sus tubos quemados y retorcidos era necesario reentubar. Eso suponía una seria y obligada obra, toda vez que se había perdido contacto con la zona que controlaba la República en la zona Norte. El barco no tenía mas remedio que contornear la península y buscar el Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar.

Intentos de soborno a Castro Izaguirre :

El nuevo comandante se trasladó a Barcelona donde el Ministro de Defensa le expuso su plan:

Usted no pasará el estrecho. Cuando se encuentre listo convoyando dos barcos que se hallan en Burdeos y en los que habrá armas municiones y hombres se dirigirá a Santoña, en cuyo penal hay 12.000 gudaris vascos que se levantarán en cuanto se oigan sus cañones. Con la ayuda de su destructor les será fácil dominar la guarnición de Santander y apoderarse de todos los vehículos disponibles y se dirigirán a Bilbao para tomarlo. Usted navegará hasta allí y bombardeara la ciudad si fuera necesario. En ese momento yo le enviaré la Aviación y habremos creado de nuevo el frente norte.

En su estancia en la capital catalana Castro recibió una carta del Almirante Moreno invitándole a pasar al otro bando. También fue abordado por una mujer joven que Castro cree que es Natalia Larios, esposa del duque de Montemauro, muerto a bordo del crucero Baleares, pero que según otras fuentes, se trataba de la bailarina italiana Mina.

Por toda respuesta Castro exige una cantidad determinada de dinero así como pasaporte para trasladarse a Argentina. Lo hizo no porque hubiese pensado desertar, sino porque confiaba a sus enemigos e impedía el que éstos, mediante el soborno tratasen de sabotear al destructor. La posibilidad del sabotaje no era descartable, ya que la propia tripulación española se encontraba descontenta de su situación. Por otra parte el jefe de la base de Le Havre era profranquista.

De Le Havre al Estrecho :

El 20 de agosto de 1938, tras el intencionado simulacro de deserción del fogonero José Sánchez y del preferente, José Seigido, que abandonaron el buque al grito de ¡No queremos ir a Rusia!, para hacer creer que ese era el rumbo del José Luis Díez el destructor zarpó con el pretexto de hacer unas pruebas (En las de mar, celebradas unos días antes había navegado a 35 nudos, pasando por estribor al trasatlántico Normandie y doblandole por la proa). Una vez en mar abierto se dio orden de poner rumbo Oeste.

El Jose Luis Díez se trasformó como un destructor inglés pintándose dos bandas negras en la chimenea trasera, mientras que en las amuras se le pinto el numeral D-19. Fueron izados un pabellón de comodoro y el de la Cruz de San Jorge.

En cuanto a la artillería el cañón de 76 mm, fue emplazado en la torre número 3 con la apariencia de ser uno de 120mm y se instalaron dos ametralladoras de 40mm que habían llegado a Le Havre en el doble fondo de unos camiones Otras dos ametralladoras de origen italiano ocuparon el puesto dejado por el cañón de 76mm y un nuevo puesto en la popa.
La navegación transcurrió con toda normalidad aunque procuraban alejarse de los mercantes. A primeras horas del 24 de agosto se celebro el encuentro con el buque nodriza Saturno que esperaba al destructor. No obstante por causa del tiempo las naves continuaron hasta cabo Cantín donde al día siguiente fondearon. Empezó el trasvase de combustible, tarea difícil puesto que el Saturno no era un petrolero sino un simple mercante al que se le había limpiado para la ocasión uno de sus tanques.

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El Saturno trasvasando combustible al J.L. Díez

El bombeo se hizo bajo condiciones expectantes, tanto por problemas de orden técnico como por el de ser descubiertos por el enemigo. Los temores se confirmaron cuando avistaron un pesquero que fue a mirar que pasaba. El pesquero era el San Fernando con matrícula de Vigo. El destructor se acercó a 500 metros cuando el pesquero enarbolando la bandera bicolor fue sorprendido por el José Luis Díez que cambió la bandera inglesa por la tricolor. ¡No usen la radio y prepárense para abandonar el buque!

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Pescadores capturados suben al destructor

En total 12 hombres fueron tomados a bordo y mientras el segundo del José Luis Díez se hallaba en el pesquero abriendo los grifos de fondo para hundir el pesquero apareció el pesquero Con que fue también apresado. Los dos pesqueros fueron hundidos por el Saturno con su proa pues tardaban mucho en hundirse.

Tras este incidente continuó la navegación para acercarse al estrecho de Gibraltar aproando hacia él. Su primer plan consistía en bombardear la refinería de Las Palmas y aprovechar que los barcos que custodiaban el estrecho irían a su búsqueda para tratar de franquearlo. Sin embargo por razones técnicas tuvo que abandonar este plan.

El 26 de agosto de 1938 el José Luis Díez se acerca envuelto por las sombras al estrecho. A las 22:35 se avista el cabo Espartel, navegando a 27 nudos no navegando a mes velocidad para no producir humo ya que por causa de un defecto de todos los destructores de su serie, los ventiladores no suministraban suficiente aire para la combustión a gran velocidad.

La batalla del Estrecho :

A las 00:45h se cruza con un trasatlántico al que escolta un cañonero con las luces apagadas. La unidad enemiga se sitúa a 200 metros y vira para ponerse en el mismo rumbo que el José Luis Díez y le dispara seis granadas trazadoras.

A las 01:16 a cinco millas y media de Tarifa el destructor avista al crucero Canarias a 4.000 metros por la amura de babor y con su mismo rumbo. Castro ordena abrir fuego contra el crucero pero un cascote de la segunda salva incendia una jarra de pólvora den la pieza número dos. Los 90 kgs que contenía explotan matando a todos los sirvientes menos al cabo del cañón que es arrojado al mar por la onda expansiva, siendo recogido por un mercante italiano. El hombre se identifica como pescador gibraltareño asegurando que su barca fue abordada y hundida. Los italianos le creen y lanzan una llamada de socorro en dirección a la colonia para que envíen alguien a por él. Esta llamada es interceptada por un buque franquista y se hace entregar al náufrago que será fusilado poco después en Cádiz.

Apenas disipado el fogonazo de la explosión en el puente del José Luis Díez se observa como un destructor enemigo trata de alcanzarles con sus cañones de popa. Las baterías de Ceuta disparan proyectiles iluminantes y el crucero Canarias sigue lanzando salvas de cuatro piezas cada 10 segundos. La situación a bordo es dramática. El machete de circuitos de fuego del cañón número 2 está fuera de uso por lo que se pasa a control manual.

El buque que navega a proa del José Luis Díez lanza al agua un flotador luminoso y vira a estribor. El José Luis Díez vira a estribor para escapar del haz luminoso pero en ese momento encaja un proyectil de 203mm a la altura de la pieza número 1, a babor, y casi en la línea de flotación. En pocos segundos el destructor pierde velocidad, se hunde de proa y cae a la vez de banda, mientras que, con la barra a estribor, describe un gran giro apuntando a Gibraltar, rumbo que prosigue mientras que el enemigo continúa hacia el Mediterráneo y el crucero Canarias continúa el fuego. posiblemente sobre uno de los cañoneros o minadores propios ,al que por inadvertencia debe tomar por el Díez.

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Artillería principal del crucero Canarias

A bordo del destructor hay una vía de agua en el sollado, así como una serie de heridos entre los que figura el segundo comandante y el comisario político.

 

Gibraltar:

A las 03:15 el destructor gobernado con máquinas y timón pues no obedecen los mandos regulares entra en Gibraltar atracando en el muelle del Almirantazgo. Las averías son grandes ya que la explosión del proyectil puso en comunicación el tanque de petróleo número 1 con el mar y como las bombas de combustible estuvieron picando de ese tanque, a los mecheros les llegó el agua en vez de petróleo y se apagaron. El sollado de fogoneros fue destrozado pereciendo en él los 24 pescadores prisioneros, así como su guardia y un tripulante enfermo. Hay numerosos heridos entre ellos 17 de los 18 ocupantes del puente. Los fallecidos son metidos en hamacas cosidas y con un proyectil en los pies son llevados por un destructor inglés a alta mar, sepultándolos bajo las olas, cerca de Punta Europa entra las reglamentarias descargas de fusilería.

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Boquete del J.L. Díez en Gibraltar

Aunque sacar al José Luis Díez de Gibraltar donde es un huésped indeseado, parece tarea mas difícil que la de atravesar el estrecho, el gobierno republicano decide alistarlo dentro de los tiempos mínimos concedidos por la colonia. El ingeniero Lago, que ya se ocupó del destructor durante su estancia en Le Havre, llega a Gibraltar y se trae de Argel dos barcazas una enorme cadena de ancla y un puñado de obreros cargados con planchas y equipos de soldadura autónoma. Las barcazas son colocadas en los costados del destructor y luego hundidas. De esta manera la cadena en forma de ocho es pasada por debajo de la quilla y amarrada a las barcazas que son reflotadas, consiguiendo levantar al destructor, permitiendo así operar sobre la brecha cerrándola.

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Las cadenas con el que fue izado el destructor en Gibraltar

Mientras Lago continúa la reparación, Castro Izaguirre va a Barcelona para entrevistarse con el Jefe de Estado Mayor de la Escuadra Republicana, decidiéndose que ésta saldrá a recoger al destructor, al cabo de Palos cuando abandone Gibraltar. No obtiene pese a sus ruegos que dos destructores se acerquen a Punta Europa para librarle de los minadores que montan guardia.

Así la cosas, todo va quedando a punto y en su lugar. Incluso el combustible que los ingleses sólo autorizan el embarque de 100Tm, cantidad insuficiente para llegar a Almería, pero que gracias a una sonda preparada se convertirá en 320Tm.

Para el plan de salida, Castro decide navegar pegado a tierra ya que así piensa que la batería de Punta Carnero por miedo a hacer blanco sobre Gibraltar no abrirá fuego. Ha confeccionado dos granadas submarinas, amarradas a un flotador para evitar que un barco se ponga detrás atacándole con los cañones de proa. Otra precaución consiste en traer de Londres dos estaciones portátiles de radio para el caso de que el día que zarpe sea un día con niebla. En esa circunstancia el ingeniero Lago se situaría en lo alto de Punta Europa e informaría al puente del José Luis Díez de lo que viera.

El final.

El 30 de diciembre a la una en punto el José Luis Díez se hace a la mar con las luces apagadas. Cuando franquea el rompeolas dos bengalas son arrojadas desde el Peñón, mas concretamente del Club de Regatas, estallando en lo alto.
El destructor en zafarrancho de combate rebasa al buque de guerra francés Le Basque y se dirige pegado a tierra a Punta Europa, según el plan establecido. Un reflector de Punta Carnero le ilumina por completo. El José Luis Díez vira y el reflector ilumina por error al minador Vulcano, al tiempo que desde el destructor se descubre otro minador el Neptuno. Castro Izagurre toma la decisión de abrir fuego contra el Vulcano y abordar al Neptuno.

 

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José Luis Díez y Vulcano

Las dos piezas de proa abren fuego a 1000 metros de distancia impactando con dos proyectiles. La distancia disminuye y el José Luis Díez vira a babor para pasar entre el minador Vulcano y tierra, pero no había espacio suficiente por lo que abordó al Vulcano por el medio del buque. Se continuaba haciendo fuego incluso con las ametralladoras de 40mm. El destructor continúa adelante abriéndole una brecha al Vulcano en el costado del ancla y arrancándole una barca salvavidas. El destructor continúa hacia el norte para protegerse de la batería de Punta Carnero y al virar al oeste recibe dos impactos de 88mm del minador Neptuno. Un impacto destruye la ametralladora del centro matando a sus sirvientes. El otro entró por la sala de máquinas cortando cinco tuberías de vapor. Castro Izaguirre decide varar el buque en la playa de los Catalanes. La varada fue tan suave que el segundo ni se dio cuenta.

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El José Luis Díez varado en la playa de los Catalanes.

El regreso del destructor a Gibraltar señala un endurecimiento de las autoridades británicas. El segundo gobernador, un general de brigada, sube a bordo a las 04:00 con una orden por escrito de arriar la bandera y ocupar el buque con una guardia armada. Los supervivientes son trasladados como prisioneros por dos remolcadores a la cárcel militar del Peñón, en la que se les deja sin cenar y se les da por camas unas colchonetas extendidas sobre el suelo. Los marineros acaban siendo repatriados, pero no sin que antes el superintendente de las barracas de detención ponga su firma al pie de un documento en el Castor Izaguirre declara que vuelve a España no libremente, sino como acatamiento ante la amenaza de emplear ya fuerza, ya que su deseo es volver pero con el buque.

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El J.L. Díez en Gibraltar

Epílogo


El 25 de enero de 1939 el destructor fue devuelto por los ingleses en Algeciras a la Escuadra española de la que hace ya mucho tiempo fue dado de baja por desguace. En cuanto a Castro Izaguirre, que al estallar la guerra estaba recién diplomado en la Escuela Naval, huyó a Francia. Luego durante la II Guerra Mundial combatió con una nave gaullista en el Pacífico. Por sus acciones consiguió condecoraciones y ascensos retirándose de la Armada francesa en vísperas de su ascenso a contralmirante ya que este empleo no lo podía alcanzar en razón de su origen extranjero. Castro Aguirre vivió una situación paradójica desde 1978 ya que no se le reconocían sus derechos como militar de la República porque no ha lugar ya que es francés.

 

 

 

 

El José Luis Díez pertenecía a los destructores clase Churruca:

Posiblemente la mejor clase de naves construidas en astilleros españoles fueron los destructores de la clase Churruca. Inspirados en la clase «Scott» de la Royal Navy, eran poderosas naves del tipo que los ingleses denominaban «Flotilla Leaders»- o «Cabeza de Flotilla». Con bellas líneas clásicas del destructor inglés del periodo entre ambas guerras mundiales, excelente velocidad y poderoso armamento, estos destructores españoles no tenían nada que envidiarle los mejores del mundo.

Hasta 16 unidades en servicio en la Armada Española entre 1927 y 1957. Unas 1.600 tons de desplazamiento máximo, velocidad máxima 36 nudos. Tuvieron una actividad intensa, aunque al final de su vida operativa ya estaban totalmente superados.

Nombres de los buques construídos: Churruca, Alcalá Galiano (vendidos a la Argentina y renombrados como ARA Cervantes y ARA Juan de Garay), Sánchez Barcaiztegui, José Luis Díez, Almirante Ferrandiz, Lepanto, Churruca, Alcalá Galiano, Almirante Valdes, Almirante Antequera, Almirante Miranda, Ciscar, Escaño, Gravina, Jorge Juan y Ulloa.

Caracteristicas:

  • Astilleros: Sociedad Española de Construcción Naval, Cartagena
  • Buques gemelos, 2 series, 16 construídos ( 2 para Argentina)
  • Desplazamiento: 1536 a 1650 tons (normal), 2067 tons (plena carga)
  • Eslora: 101 m.
  • Manga: 9,6 m.
  • Calado: 3,3 m.
  • Propulsión: 2 turbinas Parsons. 4 turbinas tipo Yarrow. 42000 hp. 2 hélices
  • Velocidad: 36 nudos
  • Dotación: 160 hombres
  • Autonomía: 4500 millas náuticas a 14 nudos
  • Armamento: 5 x 120 mm L.45
  • 1 x A.A. de 76,2 mm
  • 4 ametralladoras
  • 6 tubos torpederos 530 mm ( 2 montajes triples)
  • 2 lanza cargas de profundidad

La última unidad fue retirada en 1970.

Fuentes: Hernan y Wikipedia.

 


 

 

 

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